A causa de las huelgas nacionalistas verticales, vinculadas al poder, que se han venido convocando en los últimos tiempos y apoyadas incluso por un sector libertario, florece en Cataluña y fructifica un simulacro de sindicalismo, como la forma humana tallada en la raíz de la mandrágora, que recibe las felicitaciones de la ultraderecha catalanista y generoso en resultados electorales principalmente en las instituciones del gobierno como vemos estas últimas semanas. Es este el momento en que el sindicalismo de clase tentado a sacar el mismo provecho debe taparse los oídos para no caer por el grito fatídico de tal especie siguiendo una línea que margina a gran parte de las explotadas si no se rinden a la bandera.
Las trabajadoras subyugadas por el capital, el estado y el nacionalismo no pueden combatirlos apoyando su réplica como se ha hecho, deben confrontarlos. Si el fascismo se combate con antifascismo, el nacionalismo de uno u otro debe rechazarse desde una postura antitética a la homogeneización y dominación por la nación. El antifascismo no puede ser nacionalista y debe enfrentarse a todo fascismo, no de manera selectiva solo contra un sector de su oponente.
Las promesas de progreso que vende la patria se transforman en subordinación a esta, impidiendo la ruptura social, son una fábula donde el medio, la patria, se transforma en el objetivo final en la práctica. Ello debido a su tendencia al interclasismo y a la difuminación de los derechos individuales y de las clases explotadas, el anarquismo por contra es la defensa de la libertad individual de cada uno de los explotados orientada al bien común. La liberación del obstáculo que es el nacionalismo por la contradicción entre sectores de clase trabajadora de sentimientos dispares, es una necesidad para combatir la pobreza y conseguir la transformación social.
La nacionalización del sindicalismo, es una de las ramas que abarcaba el corporativismo italiano, las otras lo serían, el gobierno, actualmente aquí también como fusión de partidos, la milicia, y el control de diversas manifestaciones de lo social, todo ello dentro de la unidad nacional. La exaltación del Estado sobre las personas del corporativismo bajo el lema “todo en el Estado, todo por el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado” se convierte en “todo en la Nación, todo por la Nación, nada fuera de la Nación, nada contra la Nación”, y no cabe obviar los estrechísimos vínculos de Estado y Nación, la cual por si sola también es una forma de poder aunque más abstracta e imbrincada en la población. El anarquismo no puede más que rechazar tal uniformización y superposición sobre las libertades individuales.
El anarcosindicalismo debe defender por tanto el internacionalismo a cualquier precio y fomentar la identidad internacionalista en detrimento de la nacional. Mantener algo similar a la laicidad dentro de las organizaciones que de forma precaria se enfrentan a una hegemonía del nacionalismo adversa en estos momentos, como separación de lo sindical y lo nacional. La no interferencia en la lucha libertaria desde lo nacional, ni adscripciones que liquidan y silencian la discrepancia ante una ideología reaccionaria y religión moderna que produce adicción por su recompensa basada en las emociones. Rechazando la unión de lo patriótico y la justicia social de otros desventurados tiempos.
Además del exacerbado sindicalismo nacionalista de I-CSC existen otros que lo combinan con la lucha de clase, o intentos de intoxicar el anarcosindicalismo en este mismo sentido. No hay que olvidar que dentro de la izquierda nacionalista, en tiempos de conflicto primero es lo nacional como así lo hemos vivido, convirtiéndose en siervos del poder, y que recuerdan lo social, cuando es necesario como cebo para atraer al anzuelo de la patria, o que pueden buscar influir en los sindicatos para fomentar su discurso, de hecho así lo confiesan como su objetivo llamando a la afiliación por motivos patrióticos. Parte de esta izquierda nacionalista tiene una difuminada conciencia de clase, en ocasiones pertenecientes a las clases culturales que viven de las migajas de los capitalistas y poderes políticos, y que están distanciadas de capas empobrecidas con menos capital cultural ya que habitan en ámbitos de socialización que no se relacionan, convirtiéndose en ocasiones en clasistas y cretinos que creen tener la posesión de la razón social.
El rechazo de la influencia gubernamental y el desclasamiento en el modelo anarcosindicalista tampoco debe obviar la opresión que supone la unificación cultural perseguida por el nacionalismo, aunque esta sea defensiva se convierte en un émulo más débil de su antagonista, o no tanto ya que en el interior de unos límites más reducidos puede ser igual de asfixiante al contar con un semiestado o invadir ámbitos privados. El nacionalismo es nocivo por si mismo, incluso en sus manifestaciones más normalizadas e invisibilizadas por cotidianas, el denominado nacionalismo banal, aunque no se manifieste en violencia física. La separación de la razón y el fomento de la conducta basada en sentimientos y expresiones intensas glorificadas, conduce a una racionalización de los actos que arrolla la discrepancia interna con argumentos capciosos.
No se es pueblo al completo ni se sigue la voluntad del pueblo cuando se integra este en la nación, ni mucho menos en el estado, ni con la privación de la autonomía de los trabajadores y el sindicato en lugar de la emancipación. Y en todo caso hay ámbitos que deben permanecer libres incluso ante la fuerza de la mayoría que podría producirse en una democracia iliberal.
0 comentarios:
Publicar un comentario