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domingo, 30 de junio de 2019

Ley Aragonés y la CUP, organización traidora de la clase trabajadora


"Cobarde es el hombre que humilla al débil y se humilla ante el poderoso. Pero si a ese hombre le eligieron los débiles, no solo es un cobarde, es un traidor" (A.V.F.)


Nos reímos de quien trata de adaptar lo más posible sus hechos a sus palabras y luego nos sorprendemos de encontrar traidores entre nosotros. Lo cierto es que hay una cuestión de actitud fundamental que siempre ha caracterizado al movimiento libertario y es su incredulidad contra el intento de encadenarlo al populismo y las arengas para ser masa enardecida y acrítica, al modo del nacionalismo, en lugar de individuos pensantes que decostruyen la realidad aparente con precisión y sin dejar piedra sobre piedra. La actitud de aquel que mientras los demás se emborrachan y ruedan por el suelo se mantiene sagaz e impertérrito ante las palabras de la lengua bífida de la socialdemocracia nacional, a veces pretendida "extrema izquierda".



La traición a la clase trabajadora por la patria, moneda corriente, la comete tanto el obrero de derechas como el nacionalista de izquierdas, sin que falten quienes fanfarroneando groseramente minusvaloran la actitud responsable de rechazo ante las banderas. Así pues la CUP ha traicionado innumerables veces como socialdemócratas y parte del frente patriótico, las más evidentes traiciones han sido las dos investiduras de una de las derechas más reaccionarias y antisociales, Convergència, y sus adlateres de ERC.




Con la CUP cayendo en barrena en crédito social, tras el descenso en las elecciones y un largo periodo de sumisión y silencio ante los que serían los regidores del destino de la futurible República Catalana aparecen los maquillajes en los rostros, los gritos de guerra y un video de autobombo y personalismo con el seguidismo de otras organizaciones agarradas a su espalda en una conga al ritmo de la trompeta, incapaces de coger las riendas y rechazar los elementos de marketing hábilmente introducidos en la que no tiene porque dejar de ser una lucha justa, otra cosa es quienes deben ser sus protagonistas.


Así pues no corresponde dicha lucha a quienes invisten a la ultraderecha neoliberal nacional y la parecida izquierda nacional, o tratan con homenajeadores de fascistas como los Badía para los que se ha llegado a pedir calles por sus méritos identitarios. Se abrazan con esa misma derecha y van a sacarse fotos a otro país con ellos. Encauzan las luchas hacia la patria pasando por encima de la necesidad de pan del pueblo oprimido por el gobierno republicano. Según datos publicados en los medios tienen el indice más alto entre los votantes de los diferentes partidos de contratadores de mutuas privadas y de uso de la escuela privada. Exaltan la nación con unos determinados rasgos culturales dentro de una comunidad humana más amplia y diversa, mientras entran, más correcto es decir se muestran a cara descubierta, en las instituciones Sóm identitaris y el Front Nacional de Catalunya.



Ante tal situación, cabe reflexionar que si hay que mantener alguna lucha esta debe realizarse por y para las trabajadoras, independientemente de organizaciones políticas, y cabe ser consciente que dichas organizaciones manifiestamente ineficaces, sumisas y traicioneras por la misma idiosincrasia de su lucha y prioridades, en realidad solo han servido hasta el momento de contención y entorpecimiento de la lucha en las calles por los oprimidos por las políticas del gobierno republicano. Así pues han sido un obstáculo más que debe ser vencido y deshechado, en el avance por la transformación social, evitando tácticas de mercadotecnia que perpetuen el espejismo de un discurso téorico para tratar de arrastrar a los inconformistas traicionado por la práctica y la patria. E impedir que les genere un rédito político que tras un estallido puntual se reconducirá como agente del adomercimiento social y la consecuente pérdida de acción autónoma y directa, o la desviación de los objetivos de los explotados.



No hay que dejar desaprovechar la oportunidad para poner de manifiesto que la República prometida, un nuevo estado, se dirige como un mísil hacia el incremento de la presión neoliberal. Unos precios de los alquileres que suponen casi la mitad del sueldo, muy por encima de la media de los demás territorios. Unos servicios sanitarios desmantelados. La privatización de la educación y el intento de la Ley Aragonés de arrasar con lo que queda de los servicios básicos culturales, educativos y sociales. El uso de los fondos comunes para proyectos privados como Barcelona World. El primer puesto en desahucios. Una diferencia de 12 años más de vida de los catalanes ricos, similar a los de los ciudadanos suizos, sobre los de las rentas bajas. La tasa de pobreza de Catalunya alcanza el 21,3% record de los últimos 15 años. Las matrículas universitarias más altas, y no acabaríamos nunca.

Es hora pues, de reconocer que eso ha sucedido durante la campaña política del procés y que el trasvase de las luchas en las calles, extendiendo los tentáculos socialdemocratas y ejerciendo sobre estas una acción parasitaria, a las instituciones ha sido colaboración necesaria. Así como también lo ha sido el trasvase del protagonismo de la cuestión social a la nacional por aquella parte de ciudadanos que conforman el frente patriótico. Y todos aquellos, partidos políticos, parte del movimiento libertario colaborador de la socialdemocracia, organizaciones de trabajadores que han cedido a esta presión, también son responsables. La única vía coherente que queda ahora es la ruptura radical con dichas circunstancias y cortar todo vínculo. Ni patria, ni socialdemocracia.


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